ESPAGNOL :
ODA A JOVALDO
« Miradme,
Miradme
detenidamente:
yo
soy vuestra figura en el espejo. »
José Valdivia Domínguez
JOVALDO
I.
¡No mueras mi amado hermano,
no, no mueras!
¡Reposa tu cabeza de arcángel en mi
corazón, hermano,
repósala en mi alma!
¡Que los latidos de mis venas
carmesíes,
como tus palabras vibrantes de fe,
te devuelvan el vigor matinal de
las altas montañas del Perú,
que ellos te envuelvan con su
terciopelo verde
tu cuerpo primaveral tejido de
jacintos y de primaveras
y de leyendas rosas como el límpido
rostro de la aurora!
II.
¡No mueras, mi amado hermano,
no, no mueras!
¡No dejes que la yedra de la
pesadumbre se ligue a la yedra de la tristeza!
Los gritos plenos de esperanza
de aquellos que caen asesinados
en las fraternales fosas de los
serenos senderos campestres
donde les aguardan la blancura
nevada de las margaritas
y los virginales olores de las
yerbas diminutas;
desellen las tenebrosas noches
y rompan la simplicidad frágil del
universo
arrebolado de emoción.
III.
¡Como tú, amado hermano,
yo no poseo por todo bien
sino mi fe líquida en la cristalina
pureza de tu pueblo!
¡Te ofrezco, en solemne regalo con
la plenitud de mi joven ternura,
estos ralos tallo de rosas blancas
cortados en un alto jardín
lujurioso
de tu patria martirizada!
¡Pongo en tus cabellos ondulantes
algunas magnolias iridiscentes,
una rama frágil de pimentero
perfumado
y de moradas flores de eupatorio!
¡No mueras, mi amado hermano,
no, no mueras!
IV.
¡Ah, os convoco a mi ayuda,
divinidades sublimes de Roma:
Aius Locotius, dios, trae la
palabra,
Aecetia, diosa pronta a la equidad,
Promitor, generoso dios que hace
crecer a las plantas,
y a ti Vallonia, diosa de los
valles!
¡Jovaldo, mi compañero de lira,
abre aún tus ojos una vez más,
tus bellos ojos como el verano en
un día de gran fiesta!
¡Afuera, amigo de mi feroz pena,
afuera
el cielo es tan azul que uno puede
morir de gozo;
y las cimas son tan verdes y tan
altas,
que se puede sofocar de tristeza!
¡Abre tus ojos de esmeralda
y mira:
el alba amiga se despierta, ornada
de diamantes de rocío,
ella es suave como el amarillo
plumón de alegres canarios!
¡Por ti se dilatan sobre las
elegantes colinas
las ardientes amapolas de El
Frontón:
En sus pétalos bulle y corre
la sangre verdadera, la sangre
lilial,
la sangre sedosa de tu pueblo!
V.
¡Es por ti que los fieles paros
vierten, ocultos en el follaje de
arbustos odorantes,
el exceso de amor de sus
gargantillas armoniosas!
¡Son para ti, mi héroe antiguo,
los cánticos de los rayos del joven
sol
que nace de la espuma de olas
friolentas!
¡Abre, por favor, tus grandes
pupilas de brasa,
calienta mi alma desnuda, mi alma
que viene de roturar los largos
velos de gaza negra
que recubrían su áspera soledad!
¡Compañero de mis erranzas,
haz que los maravillosos amaneceres
de nuestra miserable infancia,
vuelvan
llenos de contento y gracia!
VI.
¡Si te vas, mi amado hermano, yo
sé,
Tú vivirás en la más clara estrella
del Perú!
¡Ah, Jovaldo,
Jovaldo,
que sean malditos para la
eternidad,
tres veces malditos, siete, diez
mil veces,
tus crueles asesinos!
¡Lloro, pues mi corazón de niño
no tiene suficiente odio para ahogar
en los abismos mefíticos
a eso demonios desencadenados!
¡Gimiendo, yo doy curso, Jovaldo,
al feroz furor
de Orcus y de Febreuus,
sanguinarios dioses,
reyes de torturas infernales!
¡Ven, venga mi adorado hermano,
tú, Endovellicus,
dios tutelar de los Hispaniens.
VII.
¡Duerme un poco, mi hermano,
un poco duerme en mis brazos!
¡Deja a mi voz cándida
glorificarte,
permite a mi poesía vestirte de las
más bellas palabras
de todas las lenguas de la tierra!
¡No te vayas
antes de que tu pueblo lítico
no te erija una inmensa catedral
de ladrillos de amor transparente
y no la rodee de verdes prados
de floración inagotable!
VIII.
¡Ah, corales suntuosas de los ríos
del Perú,
insondables voces de montañas de
basalto azul,
voces donde le es grato bañarse al
gran cielo de América,
voces donde los grandiosos veranos
hacen madurar al pan,
suaves a los labios de los hombres
de paz!
Voces donde crece el cáñamo de agua
de flores rosas,
melodías que hacen florecen tan
bien al esbelto maíz de oro,
corazones peruanos donde estremece,
bajo el acre y suave aliento del
otoño, el blanco álamo,
palabra de la fe divina,
donde la pena de los seres heridos
se unimisman a las penas de los riachuelos.
¡No, no muereas mi amado hermano,
no, no mueras,
deja abiertas las puertas de los
cielos!
Athanse Vatchev de Thracy
París, julio de 2012.
José Valdivia Domínguez (Jovaldo), poeta y animador cultural
peruano, combatiente del Partido Comunista del Perú, fue salvajemente asesinado
por los esbirros del presidente Alan García Pérez en El Frontón el 18 de junio
de 1986, junto a cerca de 340 comunistas y luchadores sociales de otras dos
prisiones. El Frontón es una isla situada frente a las costas de El Callao,
puerto de Lima, muy conocida por haber servido de prisión.
Traduit en espagnol par le grand poète péruvien Feliciano Mejia Hidalgo
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